Improviso un ramo de flores para los que ya no están. Intento que se parezca lo más posible a los que arman en las florerías. No me sale, como tantas otras cosas, como todo, pero marcho igual, con la cabeza gacha. Avanzo hacia el mismo lugar que avanzo con el paso de los años, esta vez por decisión propia. En el camino cruzo a un hombre haciendo zigzag. Son las cinco de la tarde. Levanta la vista que choca con mis ojos caídos. Siento que nos entendemos y me pregunto con qué dolor hace pelear al vino... Tengo que caminar más de un kilómetro fuera del pueblo. Al costado de la ruta un perro con la lengua afuera sigue su instinto y despierta mis celos: sabe a dónde va, sabe llegar, sabe esperar y sabe volver aunque lo echen o lo maltraten... Me detengo en cada tumba que solía visitar cuando era más chica, me detengo a acariciar cada foto de los rostros que extraño; limpiando, tocando y mirando le dedico tiempo a mis muertos... Salgo un poco más vacía aunque me resista a ser parte de ahí.. Tal vez deba acostumbrarme, últimamente cada lugar que atravieso me deja menos de mi...

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