Acaricié un caballo
Ayer acaricié un caballo, ése, el que tiene manchas blancas en parte del lomo y en el cuarto. Se me acercó solo, como un perrito de la calle que se acerca en busca de un mimo. Sentí algo parecido al miedo, tal vez es propio de lo que impone su presencia que se eleva por encima de mi cabeza y me hace sentir pequeña; o tal vez por lo que implicaría luego la ausencia... Me miraba, con esos hermosos ojos redondos y negros, con esa mirada que perforaba mis ojos, que parecía hablar.. Se dejó acariciar mientras se movía suavemente. Cuando pareció satisfecho, se alejó con el resto de los caballos. Yo sonreía nerviosa, era más una risa y no paraba de hablar de ello. Hace tiempo que los miro de lejos y lo deseo pero me conformo con un par de fotos. Ahora tengo en mi mano su rostro huesudo, siento en la piel su pelo corto y algo áspero, sus profundos ojos en mi retina y su brillo en mis preguntas; ahora lo tengo conmigo como tengo todo lo que vivo y deja marcas, aunque a veces no lo elijo.
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