Qué el tiempo sea siempre tuyo y no vos del tiempo, Hanna


 Ayer me trajeron la mesa que estoy pintando. El hombre que manejaba la camioneta, la entró por el costado de la casa y cuando la vio a Hanna soltó una expresión seguida de una charla que todos los que hemos tenido un Golden o un perro, conocemos: "¡Oooh, miraaa! (caricias en la cabeza mientras Hanna se retorcía contenta, creo que ama las visitas). Yo tenía uno, Alquiles se llamaba, era más oscuro..." Y así siguió mientras yo lo acompañaba por donde había entrado. Afuera estaba la señora que había venido con él y se sumó a la charla. "Esta va para los 10 años", le comento y ella, como un rayo que parte un árbol al medio, me dice "y el nuestro vivió hasta los 11 ¿no? (mira al hombre que confirma), empezó con problemas del corazón"... 

Nos despedimos y después de cerrar el portoncito, agarré a Hanna de su cara con las dos manos y le dije: "Escuchame..." Ella movía su cola lento, revoleaba los ojos con esa picardía que me recuerda que es un cachorra eterna; no llegaba a entender si la estaba retando o le estaba haciendo un mimo, entonces sus movimientos eran dubitativos, con el cuerpo alerta. "Escuchame, vos a los 11, ¡no! ¿Me escuchaste? Eso sería en un año, y un año pasa muy rápido. No". Y la solté. En ese momento, en cuclillas como estaba, me largué a llorar como unx peque al que no dejan salir a jugar en la lluvia. Hanna empezó a correr como loca, alborotada, feliz, iba al patio y volvía, daba vueltas en el lugar, me embistió dos veces con todo el cuerpo, torpe y natural como es... Ella no entiende lo que le dije pero entiende la vida como realmente es.

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